martes, 9 de abril de 2013

A la tercera va la vencida

Si porque el actual es el tercer "Viaducto", así llamamos al Viaducto de Segovia. Está situado en la calle de Bailen y une el área de Palacio-Almudena con las Vistillas, superando por encima a la calle de Segovia.


El Viaducto visto desde la calle Segovia

El primer proyecto nació de la necesidad de salvar el enorme desnivel existente entre las dos colinas, y se lo debemos al primer Borbón, Felipe V, el encargo no se llevó a cabo, de modo que el proyecto de uno de los arquitectos del Palacio Real, Juan Bautista Sachetti, se queda olvidado en un cajón.

No fue hasta el reinado de José I (el de la piqueta) que se retomó el proyecto, no todo iba a ser demoler. Pero el diseño encargado a Sivestre Pérez pasa a mejor vida por falta de recursos. Una España en guerra contra los franceses no parece el mejor escenario para la edificación.

Ahora si, durante el reinado de Alfonso XII y llevando a cabo un plan de remodelación urbanística, que se llevó por delante la más antigua Iglesia de Madrid, la Almudena, que se encontraba frente al Palacio de los duques de Uceda, y que hacía que la calle Mayor se estrechara en ese punto. Eso y el interés por hacer una amplia calle que llevara desde Palacio a San Francisco el Grande, fueron los ingredientes para que por fin se iniciara la construcción del viaducto.

Imagen del primer Viaducto
Con sus 120 metros de longitud, 23 metros de altura y un tablero de 13 metros de ancho. Fue un hito de la ingeniería por la gran luz que se creó para sortear el desnivel.
Ésta vez fue un ingeniero municipal el autor del proyecto Eugenio Barrón, este puente de hierro era capaz de soportar 400 Kilos de peso por metro cuadrado.
Las obras se iniciaron en 1872 y se inauguró el 13 de octubre de 1874.

En 1931 recién llegada la II República se convoca un concurso para diseñar un viaducto más acorde con los tiempos. El fallo se retrasa hasta el año siguiente, por haber sido anulado por el Colegio de Arquitectos.

El madrileño Francisco Javier Ferrero Lluisá, arquitecto de profesión, se lleva el honor de construir el que será el segundo viaducto.

Aquí tenemos el segundo.
 
De hormigón armado pulido,calado en los machones de granito con una luz amplia sobre la calle de Segovia, de apariencia casi como la actual será el proyecto ganador.

Pero las bombas de la guerra civil y el intenso tráfico producen grietas que llevan a pensar al Ayuntamiento la posibilidad de demolerlo y construir otro en su lugar.
Para empezar, se reduce el paso de grandes tonelajes, y en 1976 se cierra al tráfico para ser restaurado durante los años 1977 y 1978.

Tras plantearse la posibilidad de demolerlo y construir otro más moderno en su lugar,al final se optó por mantenerlo, eso si la remodelación afectó a la luz, se amplía hasta los 200 metros y la altura subió otros dos. El tablero se amplió haciendo posible el incremento de tráfico, "vaya idea".


El viaducto de Madrid es una de las estampas más conocidas de la ciudad, no sólo por las estupendas vistas que permite disfrutar de los tejados madrileños, sino también por ser un lugar elegido en demasiadas ocasiones por los suicidas. Se trata de una sórdida tradición –a la que se ha puesto solución con unas mamparas de seguridad- con tanta historia como el propio viaducto.






Cuenta la leyenda que ya en el siglo XIX, una joven quiso morir porque su familia no consintió que se casara con su enamorado. Sin embargo, esta primera historia del viaducto terminó con final feliz, ya que la joven sólo sufrió algunas magulladuras, gracias a que sus faldas frenaron la caída. La joven moriría mucho después, al dar a luz a su decimocuarto hijo.


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